todo

Y sin mirarlo supuse que era tal persona, la que supuestamente tenía que mirarme, sonreir, seguir mirando al mundo y a mí, supongo, y luego acercarse a hablarme de una manera sutil. O mejor, cuando miraba a niños pequeños en el metro, siempre imaginaba que alguien me estaba mirando para decirme lo bien que era que los mirara bonito y con risa tierna, o que ese alguien de silueta dispersa, algo chascón y ojos verdosos se paseara por las azules cerámicas viendo una a una las personas que iban pasando, pero lamentable/desgraciada/reconfortable/verdadera mente solamente yo, si, yo sabía que estaba ahí. Por algo las acciones, gestos, lerdas miradas y esa sensación de que alguien se tiene que burlar, reir, impresionar de tí, si, claro señorasyseñores, aunque andes con nadie en el mundo.
O caer en el error (o no error) de decir que uno sabe hacer las cosas con sólo observarlas, eso es bonito, pero fuerte al momento de experimentarlas. Caer en el error de no aprovechar las oportunidades, caer en el error de creer en que los alienígenas terrorístas maléficos del planeta Tierra piensan lo mismo que tú y dejarte guiar por tí al momento de que se desahoguen contigo, pero claro, son cosas de la vida y no te evalúan por eso en la escuela; caer en el error también de decir que Aristóteles estuvo primero de Sócrates en la historia de los filósofos griegos (con cierto tono de seguridad), ¡pero eso no puede ser!, que error más grande señorita, ¡suspendida!